«Quién esté libre de pecado que tire la primera piedra».
Con este refrán me incluyo, por supuesto.
Las redes sociales nos han creado nuevas necesidades, unas buenas y otras no tan buenas. Antes eramos más reservados y no nos gustaba que otros se enterasen de lo que hacíamos pero, ahora, gracias a ellas, nos «apetece» compartir nuestra vida.
¿De qué depende el número de actualizaciones que hacemos en nuestras redes?
¿De nuestra personalidad? ¿Del estado de ánimo? ¿De nuestro nivel de ocupación o de aburrimiento?. ¿Por qué, a veces, se tiene esa necesidad de que otros sepan lo que hacemos, con quiénes lo hacemos, lo que comemos, lo que pensamos, cómo y a quién queremos?
Este vídeo me ha impactado y me ha hecho reflexionar, por eso, lo quería compartir en esta entrada.
Cada persona tendrá unos u otros motivos para compartir, publicar y postear fotos, artículos y comentarios en las redes sociales pero, a veces esos no sólo son falsos, además esconden una cruda realidad.
Tampoco quiero irme al extremo y criticar su uso. Es evidente que utilizar las redes sociales es adaptarse a los cambios de la sociedad actual, por eso, creo, que lo que diferencia el uso correcto del que no lo es, como suele ocurrir en la mayoría de las cosas en la vida, es el grado, la frecuencia o la intensidad. Pero, lo que más preocupante me parece son las carencias afectivas y emocionales que hay detrás de determinados comentarios y de algunas fotos.
En más de una ocasión hemos visto felicitaciones a través de las redes a personas que ni siquiera saben utilizarlas o no las usan, declaraciones de amor entre parejas que se intuye que cuando están juntas ni se miran y comentarios hechos tan sólo hechos para hacer daño o provocar.
En fin, esta es mi pequeña reflexión. Vivamos nuestra vida de la mejor manera que podamos y disfrutemos de nuestra verdadera realidad, y si ésta no nos gusta intentar hacer algo para cambiarla.
«No todo es lo que parece». «Las apariencias, engañan».
Deja tu comentario